martes, 7 de septiembre de 2010

AL SALIR DE LA OFICINA

Mediaba la tarde cuando Susan se disponía a salir, por fin, de la oficina. Retoque de carmín rojo frambuesa, trago de Jack Daniel’s de la petaquita que acostumbraba guardar en sus bolsos y adiós al trabajo.




Ese día le apetecía caminar. Anduvo por Hill Street hasta llegar a la plaza Independence para tomar después la avenida Rodeo. Mientras caminaba ausente por la acera, llevaba de cuando en cuando su mirada a los escaparates que de soslayo iba dejando atrás.


Antes de llegar al semáforo con Lingstone Street, justo antes de llegar a la lavandería, le llamó poderosamente la atención la música que provenía del pub del viejo Chester. Era una música envolvente , de alguna manera aquella melodía le atrapó obligándola a entrar y disfrutar de cerca de aquella fiesta de los sentidos.


Se dispuso a entrar y tras abrir la puerta…bofetada de humo y mezcla de olores. Channel nº5, sudor y excitación. Buscó la barra como quien busca un oasis en el desierto, y ordenó al camarero que le sirviese una copa de whisky con un chorrito de agua helada. El camarero retuvo el encargo y en seguida obedeció su mandato. Primer trago largo hasta sentir el alcohol llenarla por dentro. Encendió un cigarro rubio con una cerilla, inspirando el humo que queda cuando se apaga el fósforo como quien respira aire puro después de mucho tiempo.


Rápidamente el camarero iba comentando a Susan las propuestas de invitación a copas de varios de los hombres que se apostaban a ambos lados de la barra. Fue declinando una tras otra sin inmutarse, sin ni siquiera hacer el esfuerzo de girar la cabeza para conocer a alguno de ellos.


La música continuaba embriagando el cuerpo experto de Susan mientras ella se encargaba de rellenarlo de whisky. Al cabo de unos minutos Susan, se dirigió al baño. Bajó cuidadosamente las escaleras hacia el sótano y se detuvo frente a las puertas de los servicios. Izquierda chicos, derecha chicas. Sacó la petaca del bolso y tragó durante bastante tiempo hasta medio atragantarse y abrió la puerta de la izquierda. Detrás aparecía la figura de un chico, de unos veinticuatro años. Solo se intuía su pelo corto y su espalda ancha. Susan silbó nítidamente y el muchacho se dio la vuelta al tiempo que la luz se apagaba y dejaba en sombra a ambos. Susan se agarró a su cuello y comenzó a besarle mientras le introducía en uno de los water con puerta y en seguida comenzaron los arranques. La mezcla de sensaciones, el calor de los cuerpos con el frío de la porcelana, el silencioso jadeo intenso con la música jazz de fondo. Hasta el fondo. Minutos ahogando los cerebros y disfrutando del roce profundo de aquel joven misterioso.


Cuando Susan empezó a dejarse llevar, el chico era todo tensión entre sus brazos y tras unos breves calambrazos, Susan sintió que todo había acabado. De pronto alguien encendió la luz y Susan se vio espatarrada entre el suelo y la pared, con las bragas en la mano y encima de ella la cara de aquel extraño, con esa media sonrisa que se le queda a todos los hombres después de correrse como si de una vez hubieran perdido todo contacto con la realidad y por unos segundos estuvieran en un gran limbo. Susan se sintió de repente asqueada. Abrió su bolso y décimas de segundos sacó su revolver, metió su cañón en la boca del joven extasiado y tiñó por completo de sesos y sangre toda la pared. Se levantó corriendo. Cogió la cartera, el reloj y los anillos de su amante y disparó una segunda vez, ahora contra la bombilla que alumbraba la escena.


Subió corriendo las escaleras mientras se repetía una y otra vez no volver a hacerlo. El miedo a sufrir por amor le había llevado a pensar que solo acabando con aquel que le pudiera dar placer conseguiría no sufrir.


Se acercó a la barra y el camarero ya le estaba preparando su whisky. Con agua helada. Tomó la copa y bebió de un trago hasta saciarse. Dejó unos dólares y sus bragas en la barra de forma que solo advirtiese el camarero y corrió hacia la puerta.


Estaba lloviendo. Susan cubrió su cabeza con la capucha de su chaquetón y se alejó corriendo con delicadeza hacia la calle Irving donde ya anochecían los edificios de hormigón.






21-2-2010


Cáceres-Lijó

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