-Tío no me cuelgues.
-Diego voy conduciendo…ahora hablamos cuando
llegue-su voz sonaba distante y fría y se clavaba en mi como una flecha, como
montones de flechas.
-No me cuelgues-repetí yo con el tono
lastimoso de las súplicas que de antemano sabes que no serán atendidas-lo
siento Héctor, siento mucho lo que te dije antes.
-Ahora hablamos…-sonó un enorme pitido como
alrededor de Héctor, ensordecedor y luego un frenazo, casi pude oler el rastro
de la goma quemada en la carretera-.Tengo que dejarte.
-No cuelgues…no me cuelgues sin saber que me
perdonas, en serio no sé lo que pasó, sabes de sobra lo que eres para mí, lo
que significas…lo necesario que eres.
-Ya Diego pero a veces…
-¡No lo digas!,no te despidas de mi por
favor, he cometido muchos errores y ojalá pudiera volver atrás pero no puedo y
esto me está matando.
-Ya Diego yo no quiero hacerte daño pero…
-Haré lo que sea Héctor por favor, de veras
haré lo que sea pero no termines la frase, no lo soportaría. No soportaría
resignarme a que lo que a mi me llena tanto para ti sea prescindible.
-¿Ves? Ya lo estás haciendo otra vez, no te
das cuenta de que no puedes depender así de mi, ¿qué pasa contigo?, pareciera
que no tuvieras amigos antes de conocerme.
-No es eso joder, está claro que antes de
Héctor había Diego y después de Héctor seguirá habiendo Diego.
-Bien tío entonces…
-Pero no, no me hagas que siga tus palabras
hasta decirte adiós y perderme el resto de tú vida.
-Y ¿qué quieres que haga?, no me sale. Las
cosas ya no son como antes, tú ya no eres como antes, no sé tío, no sé que mas
decirte, en serio no quiero hacerte daño.
-Pues no le des tanta importancia a los
detalles, mira mas allá joder somos un equipo, el mejor equipo y no quiero
perderte.
-Oye será mejor que cuelgue…
-No por favor- tenía los ojos llenos de lagrimas
y mi voz ya sonaba estrangulada por el miedo- no me dejes
atrás, acuerd…
-No sigas…-me cortó antes de que pudiera
coger aire- ,no sigas Diego simplemente no me apetece, no me lo pongas mas
difícil.
-¿Difícil? ¡qué coño dices!-contesté
estirando todas mis facciones- eres tú el que me está dejando tirado, el que
parece haberse olvidado de todo lo que hemos vivido, lo que hablamos…-comencé a
llorar como un niño desconsolado-todo lo que hemos planeado y lo que nos queda
por hacer, ¿o es qué para ti todo aquello no significó nada?. Joder solo quiero
que sigas contando conmigo como lo has hecho siempre.
-No, no me arrepiento de nada pero…son
muchas cosas.
-¡Qué cosas!¡dímelas! dime lo que te pasa de
verdad y mandemos todo esto a la mierda. Solo quiero reirme y disfrutar de todo
otra vez, no sabes todo lo que me has enseñado, lo que me has ayudado. Ahora,
contigo soy feliz, puedo ser yo de veras. Te quiero Héctor.
-Diego no sigas, yo no he elegido como han
ido pasando las cosas.
-Pero puedes hacer que cambien, venga hombre
que soy yo, Diego. Diego, el mismo que el de Héctor y Diego. El de todas esas
noches, el de las risas y las niñas, el de las confesiones-mientras hablaba mi voz
iba pasando de la alegría mas pueril al desencanto del hombre que ya en el
final de su vida mira sus manos y se recrimina por toda la fuerza y vitalidad
que han perdido- soy yo tío el que sabe cosas tuyas que nadie sabe y el que te
cuenta hasta lo inconfesable porque contigo puedo ser así. Eres lo que siempre
he buscado entre los montones y montones de gente que van pasando por mis manos
y ninguna acaba de llegarme, eres el cómplice perfecto para todos mis errores,
eres…
-Diego tengo que colgar-su voz sonaba ya
casi como la mía, podía imaginar sus ojos nobles marrones aguantando con todas
sus fuerzas no dejando caer todo el peso de sus lágrimas.
-Ok! Héctor.
-Pero no pienses que no hago nada para que
las cosas no sean así, simplemente no me sale actuar de otro modo-su voz sonaba
a disculpa pero con un trasfondo amargo a despedida.
-Tío después de cómo has estado conmigo en
los momentos mas difíciles…ahora no puedes irte, ahora no…ahora sé que puedo
volver a ser yo y estar bien pero… no me dejes atrás te lo suplico.
-Diego…no puedo decirte que esto va cambiar
de hoy para mañana y dejar que creas que todo esta bien cuando no es así.
-Entiendo…
-Pero tampoco puedo decirte que mañana no
será todo diferente.
-Entonces, ¿en el futuro puede que sea todo
como antes?-le pregunte contagiado por su sosegada esperanza.
-Solo te puedo decir que hoy por hoy no me
sale estar como tu esperas.
-Yo solo espero que estés siempre bien, que
todo te vaya bien y poderlo vivir contigo…
-Bueno Diego voy a colgar ¿de acuerdo?,
estoy conduciendo y no es el mejor momento para hablar.
-Vale, vale…pero ¿seguiremos hablando, no?
-Claro tío, no te odio ni nada parecido, lo
único es que no me apetece quizá estar como antes.
-Jamás pensé que me pasaría esto
contigo-sentencié resignado-.Pero te prometo que haré todo lo que esté en mi
mano por recuperarte, porque tengas ganas, ¡incluso mas ganas qué antes!, de
vivir ésta vida cerca de mí. Y no te puedes hacer a la idea de cuanto siento
haberte hecho daño y haberte fallado cuando tuve que estar ahí apoyándote…si
por lo menos hubiera estado contigo la décima parte de lo que tú has estado
conmigo…
-Eso te honra Diego y te lo agradezco.
De pronto su voz sonaba entrecortada, iba y
venía como suena la cara B de las cintas de casete que de pequeños
rebobinábamos una y otra vez.
-Héctor,¡no te oigo bien!
-Die..
-¡Héctor!,¡Héctor!-comencé a gritar antes de
escuchar un nuevo frenazo. Pero ésta vez no era como el de antes,no sonaba el
ruido intermitente de ningún claxon, solo oía un ruido lejano, entrecortado e
indefinible-. ¿Sigues ahí Héctor?.
-Yo…también…-volví a escuchar su voz pero
mucho mas ronca, forzada y en un tono mucho mas bajo que antes.
-¡Héctor!,¡Héctor!,¿sigues ahí?,¿contesta tío?.
-te quie…
Y acto seguido ya solo escuché un pitido
uniforme y continuado, ya solo escuchaba ese pitido que aún hoy me despierta
cada noche. Con el tiempo supe que ese pitido era su cabeza contra el volante,
su cabeza presionando de forma infinita el claxon y haciendo de su conversación
solo un pitido, se fue, iba conduciendo y hablando conmigo…íbamos hablando y
ahora…
Rompí a llorar y entonces toda la habitación
se llenó de aplausos, la gente aplaudía orgullosa de mí, algunos me abrazaban y
otros me miraban condescendientes sabedores de lo mucho que me había costado
hablar de eso.
-Muy bien Diego-dijo el doctor Bassat. Te
dije que tarde o temprano tendrías fuerzas para sacar eso a la luz. Ya llevamos
dos años trabajándolo y por fin has podido compartirlo con nosotros.
Me quedé mirándolo un buen rato con una mezcla
de satisfacción y reproche…