jueves, 9 de agosto de 2012

Pesadilla en ruinas



  Por fin llegó al aeropuerto. Marko acababa de llegar al país donde desde hacía meses sus padres habían emigrado, con el fin de mejorar sus condiciones. La primera impresión no le gustó porque le parecía todo muy gris. La gente no hablaba. El propio aeropuerto parecía un inmenso tanatorio. Con espacios enormes y vacíos y un silencio que le producía escalofríos.
   Según las indicaciones de su madre, Viorica, debía tomar un autobús en dirección al este del país. Unas 2 horas que fueron tres y en el transcurso despidió el día nublado por la noche mas oscura que recordaba. Por fín llegó a aquel lugar y en la estación de autobuses le esperaba su padre, Piotr. Se abrazaron, charlaron un poco del viaje y enseguida su padre le indicó el camino a la casa. Lo primero que le llamó la atención era la poca iluminación que había. Un par de focos en el salón con luz amarillenta y calurosa. Una vela en la cocina y la linterna que llevaba su madre en la mano. Aunque no le dio mucha importancia, ni a eso, ni a la falta casi total de muebles o el estado de las paredes, el conjunto no le dejaba estar feliz del todo por reencontrarse con sus padres. Pronto se fueron a dormir y Viorica quedó en llamarle muy temprano para que se pusiera en camino de ver también a su hermano que trabajaba en la ciudad grande mas próxima, a unos 150 km.
   A las 6 en punto de la mañana entró en la habitación su madre, enérgica pero cariñosa, insistiéndole a que se arreglara lo antes posible. Marko fue al baño. Se lavó la cara y, un poco las axilas y sus partes íntimas. Del techo colgaba un fluorescente que no llegaba a encenderse nunca y su continuo parpadeo desesperaba. Viorica le apresuraba a que terminara cada vez con mas insistencia. Que si el autobús no esperaba, que si como te tocara atrás ibas a ir muy incómodo... a lo que Marko contestaba con un insensible ...voy. De pronto Viorica abrió la puerta del baño y con un aspecto ya irritado le medio obligó a salir con frases inconexas y rozando la desesperación. Marko sin entender nada estaba ya a punto de salir cuando una luz increiblemente potente iluminó todo, casi cegándole. Cuando sus ojos se empezaron a acostumbrar a tan vasto destello de luz, se percató del suspiro profundamente triste que salió de su madre.  Los ojos de Marko se dirigían poco a poco por los muros de cemento hacia arriba, e iba comprobando el deterioro de la construcción. Seguía alzando poco a poco la mirada mientras el fogonazo de luz disminuía y al llegar al final de la pared su cara quedó petrificada. Perdió al instante el color de su cara y los ojos parecían salírsele de sus cuencas. ¡La casa no tenía techo!, ¡las paredes eran altísimas y no había techo!. Se fue girando despacio hacia donde se encontraban sus padres, dándose cuenta de que aquello era algo así como una fábrica abandonada. Cuando sus ojos llegaron al lugar donde estaban sus padres, la sensación le partió el alma. Piotr le miraba como un preso resignado, en pijama pero con un abrigo largo de paño gris hasta las rodillas y  una bufanda de punto gordo. Viorica a su lado, con lágrimas en sus ojos y unas tremendas ojeras, le miraba como queriendo explicarle. Parecían mucho mas mayores, y mas pequeños, como si hubieran encogido. La cara de Marko no cambiaba y ademas llevaba minutos sin poder cerrar la boca. Tenía un nudo asfixiante en el estómago que le impedía pronunciar una palabra. Se había dado cuenta que en verdad sus padres vivían en la calle, en las ruinas de una antigua fábrica, en condiciones nefastas. Tras 2 o 3 minutos mas del silencio mas  incómodo de toda su vida les preguntó entre balbuceos...- pero... ¿qué significa todo esto?-. Y en ese momento su padre comenzó a llorar como un chiquillo abrazándose a Viorica.

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