Malena tenía un plan y lo consiguió.
Años atrás salió de Puerto Rico hacia España con la única idea de hacer dinero. Pero las cosas en la madre patria tampoco le habían salido como esperaba. Trabajo no le había faltado pero el dinero le llegaba para vivir y mandar un poco a su familia. Aunque desde un principio el eco de su historia allí en su país era otro. Dio a entender desde el comienzo que todo le iba de ensueño. Que cenaba en los mejores restaurantes, que tenía grandes e importantes amistades, que coleccionaba vestidos y zapatos de grandes firmas, etc. Pero era todo mentira. Lo mas que tenía era un Lanvin para H&M que compró con suerte en unas rebajas y todos sus zapatos juntos no valían mas que un par de unos Louboutine.
Era introvertida, muy celosa de su pasado y tenía el carácter agríado por los sinsabores y la soledad. Iba del trabajo a casa y de casa al trabajo. Su vida social se limitaba a los programas de cotilleo, la prensa del corazón y a engancharse a todas las telenovelas que ponían en la tele.
Pero al final lo consiguió. En una vuelta caminando de su trabajo a casa, conoció a Ferrán. Casi le triplicaba la edad y el pelo lo tenía casi blanco por completo. Pero gastaba dinero a espuertas y eso era como un imán para los ojos de dollar de Malena. Poco a poco fueron intimando mas. Y gracias a una vida inventada, Malena consiguió que Ferrán solo tuviera pensamientos para ella.
En menos de un año se fueron a vivir juntos, se casaron y Malena consiguió mediante camelos que Ferrán pusiera todo su patrimonio a nombre de los dos. Dos años aguantó Ferrán ... y murió. De mayor casi seguro (aunque siempre hubo quién pensó diferente). Y hubo un gran funeral y un velatorio, y ahora sí Malena iba de estricto luto con un Dior. Y las perlas al cuello y Manolos en los pies. Y al día siguiente del duro revés, Malena lo había conseguido... era rica. Tan rica que podría comprar el barrio entero donde se malcrió.
Tres meses después del adiós de Ferrán llegó ella a Puerto Rico. Y llegó a su barrio. Y anduvo por sus calles con un carísimo vestido blanco y una pamela. Y unas gafas que le tapaban toda la cara. Caminó durante horas por los callejones del barrio, ríendo y llorando. Mirando con desprecio a todos los que se cruzaban con ella. Los odiaba. Los odiaba tanto por la infancia que vivió que justo antes de llegar a su casa se dio la vuelta y se prometió no volver jamás a pisar aquellas calles.
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