A la mañana siguiente todo seguía igual. Por un instante estaba completamente seguro de que lo había soñado. Pero el ruido de la taladradora de la obra del parque le devolvió a la realidad. ¡Qué buena forma de empezar el día!-pensaba irónicamente-.
Tardó mas de lo normal en hacer todo. En desayunar, si es que a eso se le podía llamar desayunar. Café y cigarro para empezar con fuerzas el día. Tardó en ducharse también cómo disfrutando cada chorro de agua caliente en su piel fría. Tardó mas en hacer todo lo cotidiano porque de forma inconsciente comenzaba a despedirse de lo que le rodeaba.
Cogió su inseparable cartera de piel negra gastada por los años y bajó a la calle. No sabía muy bien donde ir así que después de un rato pululando por las aceras llenas de hojas, pensó en hacer un poco de compra. Sólo lo indispensable: pan de molde, huevos, café y coca-cola. Le dio su último billete de cincuenta a la cajera y recogió el cambio contando los días que le quedaban de bienestar según los paquetes de tabaco que podía comprar. Semana y media. Dos a lo sumo aunque pronto se desengañaba. Salió y pensó en ir a ver a su mejor amiga, Raquel. Sabía que en cuanto a dinero no iba a obtener ayuda pero de momento le bastaba con un poco de desahogo.
Llegó al portal, llamó, le abrieron y subió por las escaleras los cuatro pisos que había hasta llegar a la casa de Raquel. Entró en la casa y en seguida ella salió del baño a saludarle.Termino de arreglarme -dijo ella- y nos vamos. Tras media hora Raquel salió de su habitación lista para ir a cualquier sitio. Se pasaba horas arreglándose pero la verdad es que le cundía muchísimo. Siempre llevaba perfectamente peinada su oscura melena. De pelos finos pero con volúmen. Siempre maquillada al detalle, sin excesos. Todo muy natural y atrayente. ¿Nos vamos? -preguntó- pero Martín la cogió del brazo y la acompañó al sofá.
- Ayer recibí la notificación de desahució -le dijo sin esperar a que se terminara de sentar-.
- Pero... ¿y qué vas a hacer?. ¡Ay madre!. ¡Y encima sin trabajo! -acabó tras una leve pausa Raquel-.
- La verdad es que no lo sé. No sé que voy a hacer. Mira que he estado en situaciones complicadas en mi vida pero de ésto...de verdad que no sé como o por dónde voy a salir - mientras hablaba se acariciaba la barba de tres días como si fuera una barba de años que colgaba. De arriba a abajo hasta terminar de recorrer
su cuello y vuelta al principio- . Raquel de verdad que no sé que hacer.
- Y has hablado con tú padre. Cuéntaselo, a lo mejor te puede ayudar.
- ¿Tú crees? -le contestó mientras le brotaba una mueca de sarcasmo en la cara-. Fíjate lo que te voy a decir que igual le llamo. En verdad no tengo nada que perder.
- Martín, sabes que en mi mesa siempre hay un plato para ti, ¿verdad?.
- Lo sé. Lo sé Raquel y te lo agradezco muchísimo pero le veo todo tan negro...sin trabajo, ayer la cartita del desahucio...
Raquel le miró con ternura y sin apenas dejar que acabara de hablar le abrazó. Martín aceptó el abrazo y pocos segundos después comenzó a sollozar. No lloraba, era mas bien como el gemido de un cachorrillo. Y Raquel le apretaba sus brazos con mas fuerza mientras le acariciaba cariñosamente la espalda y el pelo. Venga vámonos -le dijo dándole un empujoncito- a ver sin nos da un poco el aire. Te invito a una cerveza.
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