miércoles, 26 de octubre de 2011

Noches de Madrid

   Salimos del teatro ya con la noche encima. Madrid se estaba preparando para el frío pero daba tregua para salir en cazadora. Íbamos comentando el espectáculo que habíamos visto y de ahí empezamos a sorprendernos. Intereses comunes, reflexiones, risas. Y entre otras cosas hablamos sobre la libertad en el arte. En el sentido de que el arte debiera ser comprendido como algo espontáneo que no puede ceñirse a reglas ni normas.
  La Gran Vía bullía como siempre. Luces de Madrid. Banda sonora de conversaciones ajenas a cada paso.  Despacio, bajando de Callao a Sol por Preciados. Estuvimos recordando el dadaísmo como forma mecánica e ilógica de escribir y preguntándonos si era posible que la creación del artista fuera cien por cien indeliberada.    -Creo que una idea primigenia siempre subyace. Para escribir palabras sin relación entre si y fuera total de algún contexto, quizá primero tengas que pensarlas. Por lo que no sería del todo casual o fortuito-.
   Mientras atravesábamos la Plaza de Santa Ana para alcanzar la calle donde se encuentra el Colegio de lo Ingleses, me preguntó si creía en la inspiración del artista. O si tal vez apostaba por el trabajo constante del autor sobre su obra. -Algo de ambas -repuse-. Con el tiempo me he dado cuenta que una rutina de trabajo, no solo escribiendo sino investigando, leyendo, reflexionando... es algo clave para que puedas crear algo notorio. Pero a la vez si que empatizo con aquello del genio creador que propugnaban allá en el XVIII los escritores románticos. Una fuerza incontrolable que te empuja a expresarte a través de las vivencias y los sentimientos. Y eso es algo innato. Quizá sea la conjunción exacta de ambas ideas lo que pueda hacer a alguien ser considerado un verdadero artista-.
    Llegamos a Antón Martín y nos despedimos alegrándonos por no ser como los demás. Dando fe de las diferencias entre los que viven y los que solo están.
    Él se metió en el metro y yo volví sobre mis pasos hasta llegar a mi buhardilla.

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