jueves, 4 de octubre de 2012

... y no había nada que ganara a un -¿te imaginas?

   Volvamos a nuestros comienzos y busquemos. Recordar siempre es un ejercicio inteligente. Pero hay que hacerlo sin penas. Todo lo que hemos vivido es nuestra experiencia, el prólogo de ese magnífico libro que es  nuestra vida.

   Volvamos a creernos los jefes, a correr sin motivo lo más rápido que podamos y picarnos por llegar antes a la meta (vale cualquier árbol o cualquier banco). Volvamos a ir saltando por las baldosas de colores de la acera o a pintar con tiza por todas las paredes, a creer que se puede simplemente por el hecho de soñarlo. Cuando pasa la vida se nos olvida la suerte que hemos tenido tiempo atrás. Las horas y horas que te "obligaban" a jugar... a pintar... a hacer solo aquello que te divirtiese y despertara en ti tantísimas cosas buenas.

   No escribo ésto por nostalgias de alguien que inevitablemente va creciendo. Al contrario, creo que en mi crecimiento cada vez tengo mas claro que lo que me hace un poco distinto, es no haber perdido la magia de la infancia. Sigo viendo una cabaña cuando veo unos cartones en la calle y me apetece muchísmo una guerra de agua con globos y pistolas cuando llega el verano. O comer mandarinas como loco. O ver los goonies y comer palomitas hechas en la sartén (antes se hacían siempre en la sartén jaja).

   Si bien es cierto que hubo un tiempo que me olvidé de to eso por "hacer cosas de mayor", la realidad me ha demostrado que uno es mas feliz haciendo lo contrario. Por eso me encanta cuando alguien de mi edad colecciona Legos, guarda las hojas y sobres perfumados que tenían las niñas en el cole o simplemente mantiene ese brillo en los ojos que tanto me gusta. Me encantaban las máquinas de los bares y me emociono cuando alguna vez las sigo viendo (míticos juegos de la MAME). Me encanta el cole y todo lo que conllevaba. El recreo y sus partidos de fútbol con cualquier cosa; la clase de gimnasia todos en fila para saltar el potro o hacer la voltereta, plástica... Sobre todo me encantaba la libertad que sentías de niño. El mundo era tan inmenso a nuestros ojos... y no había nada que ganara a un -¿te imaginas?. Era lo mas el saber que todo lo que quisieras podías planteártelo. Ahora cómo adultos nos prohibimos todas esas cosas. Esquivamos los charcos y usamos paraguas en vez de disfrutar. Y planificamos todo, tanto, que nos acaba aburriendo todo.

   Mi consejo... desanda todos los pasos que te hicieron desviarte del camino en dónde sí eras feliz

1 comentario:

  1. ¡Ay! Qué sonrisa más inocente me ha salido al terminar de leerlo. Cuántos recuerdos y qué felicidad!! ¿Te imaginas? No lo hagamos en pregunta, propongámonoslo!!

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