De niños, no pensamos en el futuro. No da tiempo porque te afanas en vivir el presente. Sin embargo cuando llega el futuro, miras atrás con la esperanza de haber ido dando los pasos que delineaste para ti. Yo no sabía cuando tenía 5 años que sería de mi a los 30. Tampoco a los 9, ni a los 13. Pero sé que tanto en los 5, cómo en los 9 o los 13 hubo alguien con el que compartí aquel presente que me hizo feliz. El mismo que hoy hace que esté aquí, sin saber si era lo que quería pero de igual modo feliz... como en aquellas larguísimas tardes que pasamos juntos.
Porque estás en la mayor parte de mis buenos recuerdos. De mis mejores recuerdos. Los días de fútbol que no acababan. Con árboles y bancos como porterías. Las tardes de imaginar pintando o creando con Lego cualquier mundo que nos surgiera. Las míticas partidas en la Nevir y mas tarde la Megadrive... Los domingos en el poli, los entrenos en el Avance y los partidos, y los bocatas y coca-colas de después que sabían a gloria. Cuando tu madre se pasaba a casa por las noches a tomarse una copita con mis padres y nosotros aprovechábamos para seguir compartiendo, a escondidas, para nosotros dos. O años mas tarde, me pasaba yo a tu casa ya tu madre con compañía y tu con hermanos.
Te casas hermano. Y nunca, ni por asomo ni tu ni yo, soñamos ni hablamos sobre eso. Ni sobre eso, ni sobre casi ninguna cosa que la vida luego te echa en la cara. Nosotros vivíamos, reíamos e imaginábamos.
Te casas y yo que desde hace 17 años no estoy en tu día a día, sin embargo tengo un sitio reservado para verlo. GRACIAS.
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