Cosiendo trozos de rostros a mis ojos,
llenando de texturas mis recuerdos.
Entre tantas palabras, hoy,
sea tal vez, la vez primera,
que me he escuchado.
Hoy me he echado de menos.
Escribo cómo si en algún instante fuera a cantar
mis frases.
Escribo cómo un poeta
dispuesto a suicidarse por sus medias verdades.
Confesando todo lo que no quiero decir.
Llorando lo que intuyo
que vendrá conmigo para siempre.
Hoy, más que ayer.
Hoy, me pesaron demasiado las calles de Madrid.
Sus edificios demasiado altos,
sus personas demasiado felices y
mis miedos demasiado a la vista.
Mientras todo cambia,
voy sabiendo todo lo quise olvidar.
Y así lo clavo más y más en mi memoria.
Marzo, azul, una bombilla y montones de ideas
inconexas.
Para acabar siempre eligiendo las respuestas,
sin saber si quiera que ando preguntándome.
Quizá ahora si que me arrepienta de las flores que pisé.
De no callarme nada.
De no cambiar mas a menudo el color de las sábanas.
De mi exhibicionismo sentimental que deja
tan a la vista,
mis lunares.
Hoy, me he echado de menos.
Las cosas no se parecen a lo que había imaginado.
Las cosas que pasan, no suelen ser
cómo las sueñas.
Más si cabe cuando me exijo tanto
que hoy parece que nada me vale.
Que ya... nada vale.
Quizá tenga que abrir la puerta y dejar que escape
el ave fénix
de mi jaula,
cómo en tantas otras ocasiones y reinventarme
de nuevo,
cómo si mi vida estuviera escrita con lápiz
y pudiera borrar y reescribir,
cuantas veces quiera,
las comas, los puntos y
los espacios en blanco.
Tal vez con polvos de talco,
las heridas dejen de escocer.
Para ganar hay que perder y
para encontrar el camino,
uno debe perderse cada cierto tiempo,
y cómo en un tango lento,
beberse las calles y fumarse la piel.
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