domingo, 6 de noviembre de 2011

No era tarde. Y en Cracovia hacía sol.

   Simplemente la casualidad fue dueña del momento. Ella se encontraba paseando por la plaza mientras el reloj del campanario jugaba a dar a conocer el preciso instante. La gente andaba sin rumbo fijo dejándose sorprender por aquel día de sol en pleno invierno polaco. De las fuertes nevadas de días anteriores solo quedaban como prueba, placas de hielo y algún montocito de nieve cobijado en lugares en sombra. Edyta estaba ya cansada de  esa vida que llevaba. Sin gratificación. Un sentimiento de mediocridad le invadía por dentro, más cuando veía como todo el mundo a su alrededor iba de algún modo encauzando su vida.
   Edyta era una chica  de belleza triste. Ese tipo de mujeres que aunque son atractivas, no saben o no quieren sacarse partido. Educada y comedida. Se crió lejos de su familia, en un internado austríaco. Allí estudió música. Y se especializó en dos instrumentos. El arpa y el violín. Aún hoy sonríe al recordar como consiguió ahorrar para comprar su primer violín. Estuvo 6 meses sacando a pasear el poodle blanco inmaculado de su vecina Bogdana, 5 veces al día. Según la vieja Bogdana, su perrita tenía que pasear 5 veces o mas porque psicologicamente era de una raza que vivía gracias a la admiración de los demas, necesitaba alimentar su ego de perrita con permanente y manicura.
   Tal vez aquel día de sol inesperado era una señal. O tal vez pasar junto a la torre del reloj a esa hora precisamente y chocarse de manera distraída con Borys. Pero no cabe duda de que en ocasiones toda nuestra vida la rige el azar. Se quedaron mirándose a los ojos un buen rato y sin decirse nada, habían planeado ya hasta el último día de su vida juntos. Sin ni siquiera intercambiar sus nombres comenzaron a pasear el uno junto al otro. Deambularon sin hablar por la calle Bracka y cogieron Grodzka hasta llegar al pequeño alto desde donde presidía la ciudad, el  castillo de Wawel. Continuaron conociéndose en silencio por el barrio judío hasta que agotados se pararon a tomar algo en un café de la plaza Nowy donde se pusieron a hablar como locos. Deseando confesar hasta el mas mínimo detalle de sus vidas con el único afán de, desde ese momento, no separarse nunca mas. Primero cafés y luego vino. A las 6 horas presidía la mesa una botella de vodka. Borys asía de la manos a Edyta que ya se había soltado el pelo y sus ojos se enjuagaban en brillos. Quizá se pidieron hasta matrimonio...

   -Todo esto me lo contaba Edyta mientras me aseguraba de que se terminaba el flan que le habíamos dado ese día como postre. Mas tarde al salir de mi turno en el geríatrico me picó tanto la curiosidad que enfilé la ruta mas corta para llegar al café donde terminaba su relato. Llegué y como estaba medio vacío pasee por entre las mesas hasta llegar a la que estaba mas alejada de la puerta. En el centro de un ventanal que daba a la plaza Nowy. Con cristales de colores a los lados que permitían el paso de la luz de forma heterogénea. Y en una de las esquinitas de la mesa leí con mis dedos: Borys i Edyta dzisiaj

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