Otoño de Madrid. Mientras la gente abarrota las calles que son para mí, mis calles, decidimos ir al cine. Parece algo de antes, ser capaz de ir a un cine que no se encuentra en un centro comercial. Estamos entre el Ideal y el de la calle Montera. En busca de un título poético que nos hable de lo crudo que es nuestro pasado.
Película dirigida por Benito Zambrano basada en el libro del mismo título de Dulce Chacón. La historia nos cuenta la vida de dos hermanas, una embarazada y recluida en una cárcel de mujeres por pertenecer al "partido" (Partido Comunista se entiende), la otra de provincias, abnegada en ayudar a su hermana, apolítica e ingenua. La ambientación es inconmensurable y sientes de verdad el Madrid de la posguerra. Obviamente no es una visión objetiva del conflicto pero es que ni el cine ni la literatura pueden serlo. Y a poco que te quedes con los detalles observas como dentro de los "malos" también hay gente justa. Algunos que les tocó vivir de un lado sin elegirlo, otros que su propia vivencia personal les posicionan irremediablemente en un bando y muchos, miles que no quería darse cuenta. También había monstruos. Seres sin escrúpulos capaces de asesinar a mujeres, ancianos y lo que cayera en nombre de Dios y de la Nueva España.
Asistimos a la memoria de nuestra memoria que no debemos olvidar. Las guerras nunca traen nada bueno y menos cuando lo es entre hermanos. Nuestra guerra solo nos regaló sufrimiento, dolor, muerte, miseria y rencor. Y apostaría que si el resultado hubiese sido el opuesto en nada hubieran cambiado las cosas. Quizá tan solo el color de las banderas y en vez de cantar con la mano abierta, se hubiera hecho con el puño cerrado.
Cine del bueno. Se llora porque es inevitable. Se llora porque somos seres humanos aunque la política en ocasiones lo olvide.
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