martes, 4 de febrero de 2014

Protagonistas: "En una noche fría de Lisboa"


   Alma paseaba su sonrisa por las callejuelas aún húmedas del Barrio Alto. En realidad, había estado todo el día paseando por la ciudad, con esa extraña sensación de no poder estarse quieta. Iba riéndole a los azulejos que adornaban las viejas casas de la parte alta de la cuidad cómo si quisiera compartir con ellos la felicidad que sentía. Subió y bajó de varios tranvías simplemente porque le apetecía coser aquella ciudad, de fados y nostalgias. Demostrándose a sí misma que era capaz de agradecerle a esas calles serias, a esas plazas escondidas, lo que había ganado desde que vivía por ellas.

   Alma lo tuvo claro. Siempre tuvo en su cabeza un objetivo. Y sabía que iba a luchar por conseguir hacer realidad su destino. Desde que salió una tarde de abril de su casa. Dejando atrás su pequeño pueblo, en el que la gente no sueña por miedo. Tenía la certeza de que en algún momento su cosmos, giraría en torno a ella. Y ahora, mas de diez años después... En los que lloró mucho, aprendió, cayó y se levantó cada día. El presente le colocaba en el lugar que ella sabía que se merecía.

  Gracias a aquello logró comprar una casa. No era grande pero tampoco lo era ella. Por lo menos por fuera. Mas tenía todo lo que necesitaba. La fachada era de azulejos blancos y azules. Las contraventanas de madera, también azul. Un salón sin televisión. Una habitación con una cama dónde perderse y disfrutar. Y una cocina para cocinarle. ¡Le encantaba cocinar! Y desde que Mario, músico bohemio mas por fuera que por dentro,  entró en su vida, aquella cocina le hacía sentirse realmente feliz. Ella cocinaba, el comía y luego entre ellos, se cocinaban y se comían, y se perdían en secretos. Incluso a veces lloraban de rabia por no haberse conocido antes.

   Mario estaba enfermo aunque nunca lo dijo. Tenía cáncer cómo casi todos. Pero supo aguardar su momento de morirse para no hacer sombra a los sueños de Alma.

   17 de octubre de 1987. Alma subía al escenario del Politeama a recibir un premio. Después de tanto tiempo luchando. Trabajando, sufriendo y amando cada personaje que interpretaba. Subía a recoger un premio por su magistral reencarnación de Yerma de García Lorca. Con la que estuve en cartel cada noche, durante tres años consecutivos. Y al recibir el premio no pudo hablar. No le salían las palabras. Por un lado quería correr a abrazar y besar a toda la tribuna que aplaudía, y por otro, de forma egoísta, pensaba que ya era hora de recoger los frutos de una vida entregada a la interpretación. A la vida en poesía. A los simbolismos. Al rechazo de los mediocres y de la gran industria. Se supo ganadora al mirar la cara de Mario y compartir con él, mientras se amaban en silencio, todas esas ideas que vacilaban en su cabeza.

   Alma lo había conseguido. Se sentía realmente feliz y en especial, aquella noche lisboeta estaba radiante. Hermosa. Cautivadora. Mario siempre la vio así.

   Después de una noche mágica, regresaron a casa paseando. Se sentaron en el sofá con la vista perdida en la foto que enmarcaba la ventana. Con los sueños sobre los tejados de Lisboa. Mario, muriéndose. Alma sin saberlo, siendo realmente feliz. El pecho se le llenaba lentamente y se le vaciaba aún mas despacio. Fue el momento mas feliz de su vida.

   Alma amó, fue feliz y luchó por su destino.




                                                      Para Alba Ramírez, con mucho cariño.
                                                                        Cáceres-Lijó  04/02/2014

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