viernes, 21 de junio de 2013

hablando con mi gato




  Igual que todas las primaveras, lo que tiene que volver, vuelve. De manera impasible el campo en verano amarillea y todos los otoños regresan en torno a ocres y rojizos lamentos por el fin del "buen" tiempo. Son cosas inmutables como que cuando el sol se esconde, aparece la luna. O que las tormentas por muy duras que sean, terminan. Y cuando terminan puedes apreciar el olor especial a tierra mojada, el frescor del ambiente y si sale el sol, incluso un arco iris.
   Pues a eso. A ser un arco iris, a oler de forma especial todos los comienzos y a brindar por aprender lecciones. Hace tiempo me compararon con una esponja pero quizá de no aclararme de cuando en cuando, he dejado que por dentro se hiciera fuerte la suciedad. Lo bueno es que soy de lágrima fácil, de pluma hiriente y honesto al entonar todos los mea culpa que merezco. De un tiempo aquí voy retorciendo ese yo de esponja que me compone para ir limpiando el fondo de bacterias. Hace falta un remojo en lejía, fairy, una buena dosis de humor y sobre todo muchos sueños que cumplir.
   Me he dejado llevar por aquello que decía Charles Dickens de que cometemos nuestras peores flaquezas y errores a causa de la gente que mas despreciamos. En vez de mantenerme firme en mi propósito de ir hacia adelante, dejé que los defectos que les empequeñecen, hicieran conmigo lo mismo. Hasta el punto de perder el rumbo. Ser inteligente, ser inteligente. ¡Cuántas veces me han podido decir esto en la vida! Y no se trata de lamentarse. No. Ahora que veo y tomo conciencia de mis errores es cuando me siento y me hago mas fuerte.
   Me debo a la integridad de mis sentimientos.
   A la rectitud de mis horizontes.
   Y sobre todo al sabor dulce de saber que soy feliz por encima de todas las cosas... incluso de todas las lágrimas.

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