viernes, 17 de enero de 2014

Entro en su espacio... con el debido respeto

   En la vieja máquina de escribir las verdades suenan románticas. Y el camino de lo que leo, de lo que veo, de lo que siento y llega a fluir de algún modo, es incomprensible ante los ojos de aquellos que solo son capaces de vivir la realidad. Yo juego, como ella, a que tiramos de hilos finísimos de cristal. Del pecho de las cosas. Moviendo a nuestro antojo las sonrisas, la carne, el exceso y la rabia. Porque cuento a medias, la verdad que me acongoja por leer de veras la cruel historia que tiritas. Y me pongo es su pecho desde lejos, buscando su latido y no su forma. ¿Qué importan las formas?, ¿o las manchas negras en un cerebro lleno de blancos impolutos?
   Te leo con las manos para sentirte a través de cada coma. Traduciendo lo que quieres decir y acabas diciendo. Para volverlo a llevar al momento en que jamás pensaste en algo parecido. Y corriendo te llevo sí, te llevo a todos tus futuros porque quiero que comprendas que ellos... llegarán. Como en un piano, tus versos van cambiando su velocidad haciendo que el corazón se acelere, se calme, se drogue pero... ¡música! para que jamás se detenga.
   Durante mi triste escritura que no acierta a ponerle mas que un aparatoso sentido lineal a los sentimientos mas profundos. Durante todas las palabras, durante todos los silencios. Te agradezco el hecho de existir.


                                                                                                 Cáceres-Lijó

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