viernes, 30 de mayo de 2014

Porque es mi madre...



   Diez meses después, en la tarde noche de un lunes anormal, la llamo y ¡ya es todo tan distinto! Su voz suena a otra cosa. Hay alegría en su tono. Se alejan las penumbras y los grises que acompañaban sus palabras durante todo este tiempo. ¡Por fin! Por fin termina este duro tratamiento que te destruye y te cura al mismo tiempo. Son pasado las interminables horas de quimioterapia. Las venas ya no son protagonistas. La radioterapia también acaba con el ruido marciano de un aparato que durante semanas la estuvo sobrevolando. Y quemándole la piel. Y cansando, a veces, todas sus ganas.

   Por fin concluye esta suerte de luchas que aunque no proclame por precaución, nunca, la victoria. Se puede decir que ella se ha convertido en una mas de esas heroínas. Otra mujer valiente. Otra señora que le mira a los ojos al miedo y le dice bien alto y bien claro... ¡no vas a poder conmigo!

   Y poco a poco irá recuperando el pelo, y las cejas, y las pestañas. Y los restos de las quemaduras sobre su piel se irán borrando. Y los porqués irán tornando en ideas clarividentes de que no hay mas motivos ni verdades que la de verse otro día mas delante del espejo. Sonríéndose. Amándose...

   Gracias por luchar. Gracias por existir. [tu hijo]






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